Por Azucena Manzanares
En mi día a día como asesora, me encuentro un problema recurrente en las madres: los consejos de los pediatras. No puedo dejar de admirar, valorar y apoyar a esos «buenos profesionales» que se alejan de la comodidad de lo aprendido en su formación inicial y se actualizan siguiendo la evidencia científica por iniciativa propia, en la mayoría de las ocasiones siendo la ética y el amor por su profesión lo que les mueve a ello. Aunque cada vez hay más de estos «buenos profesionales», desafortunadamente aún existen muchos pediatras (más de los que me gustaría ver) de la «antigua escuela«. A eso se le unen otros factores como las inseguridades en distintos aspectos de la crianza que llevan a las madres a recurrir al consejo de los pediatras en muchos campos en los que debería imperar el sentido común y el propio instinto de esas «sabias mujeres«. Y entrecomillo «sabias», porque no existen seres más capaces y preparadas para amamantar, cuidar y criar a sus bebés que las propias madres. Así lo ha dispuesto la naturaleza. Creo que no se les recuerda esto lo suficiente, ni se les apoya. En muchos casos, ocurre todo lo contrario. No solo no se les apoya, sino que se le dan informaciones contradictorias que aumentan sus dudas y temores, e incluso generan nuevos problemas distintos al motivo inicial de esa visita.
Pero realmente ¿sabemos lo que es un pediatra? La RAE define la pediatría como: «rama de la medicina que se ocupa de la salud y enfermedades de los niños». Todo el mundo visita al pediatra cuando su hij@ está enferm@ o cree que puede estarlo. Y es el profesional adecuado al que acudir para ello. Pero no lo es, si necesitamos información sobre otros temas de la crianza. Cada familia debe elegir la forma de dormir, alimentar, cargar, dormir y educar a su bebé. Nadie debería sobrepasar esa parcela personal e íntima. Y en caso de hacerlo, deberían estar informados y dar indicaciones basadas en la evidencia científica actualizada para dar una información veraz y correcta, ya que eso se traduce en un bebé con «salud», y ese SÍ que es uno de sus cometidos. Con este post quiero intentar desterrar mitos y arrojar luz sobre varios problemas y cuestiones. Entre las reiteradas indicaciones más desacertadas están:
No dejes que use el pecho como «chupete» que se malacostumbra
Me resulta muy curiosa esta expresión ya que me pregunto: ¿qué fue antes?,¿ la teta o el chupete? Creo que la respuesta es fácil: la teta. Entonces, en todo caso, los bebés usarían el chupete como teta, y no al revés. Pero dejando la semántica aparte, esta afirmación es completamente falsa y muy peligrosa. Existen dos tipos de succión: la Succión Nutritiva, que como su propio nombre indica, es en la que los bebés se alimentan y hacen sonidos de deglución largos y lentos. Y la Succión Afectiva, o mal llamada, Succión No Nutritiva: Están actualmente cambiando el término a succión afectiva, ya que se ha demostrado que en este tipo de succión sí se come. El bebé hace pequeñas y rápidas succiones en las que va acumulando leche con un alto contenido en grasa. Cuando tiene llena la boca, lo traga. Además «ensayan» la Succión Nutritiva y estimulan al pecho regulando y equilibrando la producción de leche. Por lo que jamás hay que retirar al bebé cuando haga este tipo de succión.
No coge suficiente peso, necesita una «ayudita»
Tan imprudente es rehusar un suplemento de leche artificial cuando realmente es necesario, como mandar uno y no hacer seguimiento para su retirada y vuelta paulatina a la lactancia materna exclusiva. Por eso de nada sirve prescribir a las madres suplementar sin una pauta concreta. Si el bebé no cogiera suficiente peso realmente, habría que indagar en las posibles causas e intentar corregir el problema. Tampoco vale decir: «¡uy, vuelve en 3 días! ¡Sino ha cogido peso, habría que tomar medidas!». Si un bebé no está cogiendo el peso adecuado, evidentemente va a seguir sin cogerlo si mandamos a casa a esa mamá sin una indicación distinta y concreta sobre cómo actuar. Habría que aconsejar las compresiones mamarias e incluso, en algunos casos, dar un suplemento de leche materna extraída. No podemos perder un tiempo precioso que puede suponer evitar un problema de salud grave y la salvación de esa lactancia.
Llora por hambre, eso es que tu leche no le alimenta
Está científicamente comprobado que el mejor y más completo alimento para un bebé es la leche materna. No existe leche materna que no alimente. Incluso en países en desarrollo, las madres desnutridas que amamantan producen leche de calidad óptima. A medida que el bebé avanza en edad, aumentan las calorías, el contenido graso y la inmunidad de la leche. Por eso la OMS recomienda la lactancia materna exclusiva durante los 6 primeros meses, y después junto con alimentación complementaria adecuada, como mínimo 2,5 años, y hasta que la madre y el bebé deseen.
Los bebés lloran por muchas cosas. No solo por hambre. Vienen de un entorno cálido, húmedo, con ruidos atenuados, en semipenumbra y en constante contacto con mamá a otro excesivamente ruidoso, luminoso y en muchos casos, separado de ella. Estrena mundo literalmente. Así que hay muchas cosas a las que tiene que acostumbrarse. El llanto es la manera que tienen de comunicarse con los adultos. Así que cuando un bebé llora puede ser porque tenga gases, miedo, le duela algo, esté aburrido, necesite consuelo o contacto, o le pique un pie. Además como el pecho es consuelo, cariño, contacto, alivio y alimento, se pone el bebé a la teta y se acabó el problema. Ninguna de las situaciones anteriores se soluciona con un biberón de leche artificial.
Tu bebé tiene gases, dale un bibi de manzanilla o de zumo de naranja rebajado con agua
Este es uno de los consejos que más me horrorizan y más lactancias dificulta o finiquita. El sistema digestivo del bebé no está preparado para recibir otra cosa que no sea leche materna (o en su defecto, artificial) durante los 6 primeros meses. Si fuera así, nos saldría de la teta zumito o infusiones. Pero como vemos, solo sale leche. Así lo previó la naturaleza, que es muy sabia y nos ha hecho subsistir durante millones de años. Con lo que NO se debe dar otra cosa. Las infusiones están desaconsejadas por su bajísimo valor calórico (no tienen apenas otras cosa más que agua) y son muy peligrosas por el riesgo de contraer botulismo, una enfermedad muy grave generada por unas esporas imposibles de asimilar y desechar por el inmaduro sistema digestivo del bebé. (Aquí podéis leer una noticia de intoxicación de botulismo por una marca de infusiones para bebés). Además, las infusiones «especiales para bebés» tienen un altísimo contenido en azúcar, muy perjudicial para la salud. Un biberón (de manzanilla o zumo) que se le de al bebé, una toma y estímulo para el pecho que nos saltamos, intercediendo en el equilibrio de la lactancia, poniendo en peligro la producción y pudiendo acabar con ella.
Los bebés estrenan sistema digestivo también. Ese proceso lleva su tiempo, y es muy normal que tengan gases durante las primeras semanas. No existe ningún problema si los expulsa al contrario de lo que muchos padres creen. Los gases se pueden aliviar con el porteo, con terapia cráneo-sacral, evitando tumbar al bebé inmediatamente después de las tomas, con contacto continuo, masajes y baños calentitos. Si llora más de 3h al día durante al menos 3 días a la semana y no se alivia con contacto o al pecho, se considera que sufre «cólico del lactante«. Pero cólico no es igual a dolor de tripa y gases. Tiene varias causas, entre la más habituales, desajustes estructurales por el parto, alteración de la flora intestinal, intolerancia a la lactosa, alergia a la proteína de la leche de vaca, reflujo patológico, pautas de alimentación incorrectas y estreñimiento (os explico qué es en el siguiente punto). Es decir, nunca va a ayudar darle leche artificial, zumo o manzanilla.
El bebé no hace caca desde hace 6 días, tiene estreñimiento y hay que actuar, o hace caca líquida, tiene diarrea y también hay que actuar
Siempre le digo a las madres que asesoro que la frecuencia o número de las cacas y los pises no son significativos de nada por sí mismos. Hay bebés que hacen frecuentemente deposiciones y orinas y están deshidratados y desnutridos, y al revés, bebés completamente sanos que apenas defecan y hacen pis. Lo que nos indica que existe algún problema es la progresión del peso y talla y el estado físico general del bebé. Los bebés amamantados a pecho hacen deposiciones líquidas o semi-líquidas, de olor agradable y frecuentes al principio. Que las cacas sean líquidas no significa que sea diarrea. La diarrea va acompañada de otros síntomas y además tiene un olor muy característico y desagradable. A partir de las 6-7 semanas, los bebés disminuyen notablemente la frecuencia de las deposiciones, siendo normal hacer cada varios días, llegando incluso a pasar 20, 25 ó 30 días incluso, sin que sea malo o perjudicial. Siempre que cuando vuelva a defecar, las heces sean de consistencia líquida, es completamente normal. No hay que hacer nada, ni meter nada en el culito, ni estimular de ninguna manera. De hecho puede ser contraproducente.
El bebé ha bajado de percentil, o estará mejor y más sano en un percentil superior y hay que dar leche artificial
El desconocimiento sobre el significado de los percentiles y la mala interpretación de estos, es el primer motivo de prescripción de suplementación de leche artificial por parte de los pediatras. La tabla de percentiles no es más que la interpretación de la normalidad de los bebés sanos. Está representados por 5 líneas. El percentil 3, 15, 50, 85 y 97. Está tan sano un bebé en el percentil 6 que en el 90. Un bebé que está en el percentil 15 no está más sano si sube al 40, ni uno que está en el 40 será más saludable si sube al percentil 85. No funciona así. Incluso los bebés en el percentil 3 y 97, a priori están sanos, aunque requerirán de observación y diagnóstico para descartar posibles enfermedades o patologías. Es completamente normal y usual que los bebés crucen las líneas de los percentiles varias veces. Siempre que no haya una pérdida repentina y significativa de peso o talla, y el percentil del peso y la talla vayan modificándose a la par, no tiene por qué existir ningún problema
A muchas de vosotras os sonará uno o varios de los puntos anteriormente citados. Seguramente casi todas hemos escuchado de boca de nuestro pediatra, alguno. Hay mucha gente que opina que los pediatras no tienen por qué saber de lactancia o crianza. No estoy de acuerdo. Creo que es parte de la salud de los bebés y como hemos visto en la definición de su especialidad, la salud es competencia directa de los pediatras. En todo caso, si tuviera que aceptar este argumento, yo contestaría: «¡perfecto!, sino tienen por qué saber y no saben, entonces ¿por qué se aventuran a aconsejar algo de lo que no saben poniendo en riesgo la salud de los bebés, en vez de derivar al especialista de la lactancia que en este caso es la asesora?, ¿por qué insisten a las madres una y otra vez sobre algo que claramente va en contra de lo que ellas creen o quieren?, ¿por qué si les cuestionamos o cuestionamos sus recomendaciones, se sienten amenazados y nos asustan e infunden miedos con distintos argumentos hasta que seguimos al pie de la letra lo que ellos dicen?, ¿por qué no sienten la necesidad moral y profesional de reciclarse y actualizarse para desempeñar correctamente su trabajo y dar consejos facultativos?. Creo que ya ponemos suficientes trabas a las madres. Necesitan apoyo, comprensión y sostén y que les recordemos que están capacitadas para cuidar y amamantar a sus bebés. La naturaleza lo ha previsto así y deberíamos confiar en ella. No me parece ni justo ni ético hacerles vivir su maternidad con miedo, o poner en riesgo gratuitamente sus lactancias.
¡Dejemos a las madres maternar y lactar en paz!